miércoles

NO ME DEJES MORIR


Amor mío, te descubrí en el vértigo,
de este crepúsculo pausado de la muerte.
Quiero comer, rezar y amar contigo,
quiero verte, hablarte y acariciarte.

Lo dicen mi fibra, mis penas y mi pensamiento;
los hilos de mi sangre desacostumbrada.
Lo dice este dolor, mis calzados y mi cuerpo,
prorrumpen mi piel, mi boca y mi almohada.

Te quiero amor, en mis pasiones mágicas,
quizá torpemente, perdido y destellado;
quizá soñando rosas en falsas providencias,
pero son cuartetos que me conducen a tu lado.

Te amo desde el postre hasta la arista,
desde la alfombra hasta el vértice de la ventana,
en las sábanas tibias de tu cuerpo encubierta
donde duermen los pétalos de amapola morena.

Tus cejas y tu cabellera del aire desvelado,
surten en las noches, las brisas de mi torrente,
desde mis orejas, mis dientes y esta voz desgastado,
cual la colmena del amor, ciega y estridente.

Amor, voy a seguir tus pasos hacia arriba,
de tus pies a tu muslo y de tus senos a tu costado,
de mis brazos a la orilla de tus besos que derriba
las fantasías de este núcleo desalentado.

Amor, no te dejaré marcharte, iré contigo,
hasta el otoño del verano, como en cada mañana
juntos en el silencio y hasta la muerte sin castigo
por la proeza de este amor que nos engaña

Amor mío, iremos juntos hasta la sepulcro,
soslayando los vaivenes de la vida y tomados de la mano.
Este amor grandioso nos encumbra con su rostro pulcro
enajenando nuestros sentidos, cual bebida pagano

Por eso amor, te suplica los encantos de mis delirios
que no me asignes el olvido en la distancia,
ya el reloj, la penumbra y  la glucosa de mis huesos

te piden que lo dejes morir los pálpitos  de esta agonía.

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